Misterios Gramaticales.

“la B con la A hace BA, y la C con la A hace ZA,

y, entonces, los señoritos de la ciudad, el señorito Gabriel y el seño­rito Lucas, les corregían y les desvelaban las trampas, y les decían,

pues no, la C con la A, hace KA, y la C con la I hace CI y la

C con la E hace CE y la C con la O hace KO,

y los porqueros y los pastores, y los muleros, y los gañanes y los

guardas se decían entre sí desconcertados,

también te tienen unas cosas, parece como que a los señoritos les gustase embromamos, pero no osaban levantar la voz, hasta que una noche, Paco, el Bajo, se tomó dos copas, se encaró con el señorito alto, el de las entradas, el de su grupo, y, ahuecando los orificios de su chata nariz (por donde, al decir del señorito Iván, los días que estaba de buen talante, se le veían los sesos) preguntó,

señorito Lucas, y ¿a cuento de qué esos caprichos?,

 y el señorito Lucas rompió a reír y a reír con unas carcajadas ro­jas, incontroladas, y, al fin, cuando se calmó un poco, se limpió los ojos con el pañuelo y dijo,

es la gramática, oye, el porqué pregúntaselo a los académicos, y no aclaró más, pero, bien mirado, eso no era más que el co­mienzo, que una tarde llegó la G y el señorito Lucas les dijo,

la G con la A hace GA, pero la G con I hace JI, como la risa, y Paco, el Bajo, se enojó, que eso ya era por demás, coño, que ellos eran ignorantes pero no tontos y a cuento de qué la E y la I habían de llevar siempre trato de favor y el señorito Lucas, venga de reír, que se destornillaba el hombre de la risa que le daba, una risa espasmódica y nerviosa, y; como de costumbre, que él era un don nadie y que ésas eran reglas de la gramática y que él nada po­día contra las reglas de la gramática, pero que, en última instan­cia, si se sentían defraudados, escribiesen a los académicos, pues­to que él se limitaba a exponerles las cosas tal como eran, sin el menor espíritu analítico, pero a Paco, el Bajo estos despropósitos le desazonaban y su indignación llegó al colmo cuando, una no­che, el señorito Lucas les dibujó con primor una H mayúscula en el encerado y, después de dar fuertes palmadas para recabar su atención e imponer silencio, advirtió,

 mucho cuidado con esta letra; esta letra es un caso insólito, no tiene precedentes, amigos; esta letra es muda, y Paco, el Bajo, pensó para sus adentros, mira, como la Charito, que la Charito, la Niña Chica, nunca decía esta boca es mía, que no se hablaba la Charito, que únicamente, de vez en cuando, emitía un gemido lastimero que conmovía la casa hasta sus cimientos, pero ante la manifestación del señorito Lucas, Facundo, el Porque­ro, cruzó sus manazas sobre su estómago prominente y dijo,

¿qué se quiere decir con eso de que es muda?, te pones a ver y tampoco las otras hablan si nosotros no las prestamos la voz, y el señorito Lucas, el alto, el de las entradas,

que no suena, vaya, que es como si no estuviera, no pinta nada,

y Facundo, el Porquero, sin alterar su postura abacial, ésta sí que es buena, y ¿para qué se pone entonces?,

y el señorito Lucas, cuestión de estética, reconoció, únicamente para adornar las palabras, para evitar que la vocal que la sigue quede desamparada, pero eso sí, aquel que no acier­te a colocarla en su sitio incurrirá en falta de lesa gramática, y Paco, el Bajo, hecho un lío, cada vez más confúndido, mas, a la mañana, ensillaba la yegua y a vigilar la linde, que era lo suyo, aunque desde que el señorito Lucas empezó con aquello de las le­tras se transformó, que andaba como ensimismado el hombre, sin acertar a pensar en otra cosa, y en cuanto se alejaba una galo­pada del cortijo, descabalgaba, se sentaba al sombrajo de un ma­droño y a cavilar, y cuando las ideas se le enredaban en la cabeza unas con otras como las cerezas, recurría a los guijos, y los guijos blancos eran la E y la 1, y los grises eran la A, la O y la U, y, en­tonces, se liaba a hacer combinaciones para ver cómo tenían que sonar las unas y las otras, pero no se aclaraba y a la noche, con­fiaba sus dudas a la Régula, en el jergón e, insensiblemente, de unas cosas pasaba a otras otras y la Régula,

para quieto, Paco, el Rogelio anda desvelado, y si Paco, el Bajo, insistía, ella

ae, para quieto, ya no estamos para juegos,

Fragmento de «Los santos inocentes«, Barcelona, Planeta, 1989 de Miguel Delibes.

(…)



Categorías:Fragmentos literarios

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1 respuesta

  1. me ha divertido mucho este texto y desde luego me ha servido para hacer unas reflexiones en un blog donde colaboro.
    Saludos

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