Tal día como hoy de hace cincuenta años, comenzó el rodaje de “La dolce vita” de Fellini, cúspide de la época de oro que vivió Italia.
Texto: Íñigo Domínguez. El Correo Digital. 16/03/2009.
El 16 de marzo de 1959, a las 11.35 de la mañana, la claqueta cortaba el aire para rodar la primera escena de “La dolce vita”, de Federico Fellini. Marcello Mastroianni seguía a Anita Ekberg en la cúpula de San Pedro, en Cinecittà, claro. “Anitona” bañándose en la Fontana de Trevi, una de las secuencias más célebres del cine, fue rodada un mes más tarde, con nueve grados. Cuando se estrenó, once meses después, dio un vuelco a Italia. Fellini contó que una viejecita se apeó de su Mercedes en Piazza di Spagna, dando manotazos al chófer y se colgó de su corbata para gritarle: «¡Mejor atarse una piedra al cuello y tirarse al mar que dar escándalo!». Italia era un país antiguo, como hoy, que se miraba al espejo. A muchos no les gustó nada.
En “La dolce vita” se ve la fealdad de la explosión inmobiliaria, el aburrimiento de una nobleza decadente, la frivolidad de los nuevos ricos, el circo religioso de los milagros, el mundo homosexual oculto… Roma era así, y así se ha quedado, parada en el tiempo, con similares ritos y personajes. “La dolce vita” atrapó algo que estaba en el aire: la época, su tiempo. Pocas películas lo consiguen. El cine italiano mostró una lucidez única en esos años dorados, para no recuperarla más. En “La dolce vita” coincide el talento de Fellini, Flaiano y el tercer guionista, Tullio Pinelli, que acaba de fallecer con cien años. Tipos geniales. También el músico Nino Rota, y Mastroianni, que hizo de su mirar y hablar cansino el gesto del desencanto. Italia se estaba haciendo moderna de golpe.
La película inventó un término muy vigente: los “paparazzi”. Por primera vez se ve la obsesión de la fama y el cotilleo. En 1957 la televisión llegaba a toda Italia y se presentaba el Fiat Cinquecento. Era el inicio del espectáculo de masas y la fiebre del consumo. Flaiano, que murió en 1972, dijo que Italia en 30 años sería como su televisión. Sólo hay que ver su actual primer ministro. “La dolce vita”, como otras joyas del cine italiano, lo captó todo enseguida. Es una película sobre la superficialidad, el cinismo, la frustración, la amoralidad, la inocencia perdida, en medio de la belleza.
Paradójicamente, la “dolce vita” dio nombre a algo que entonces empezó a morir, porque el país entró en un declive que aún dura, pero ha quedado como modelo de la vida abúlica y feliz que se puede encontrar en Italia. Aún se siente la nostalgia de su ‘belle epoque’, cuando Roma era el centro del mundo -en 1960 acogió los Juegos Olímpicos – y una ciudad donde se conocían todos. La ”dolce vita” nació del ‘boom’ económico italiano y, en Roma, del mismo sueño del cine: Hollywood había desembarcado gracias a una ley de 1948 del subsecretario de cine, un tal Giulio Andreotti, otro que ahí sigue. Prohibió a las productoras sacar del país los ingresos de sus películas, de modo que debían invertirlos en rodar en Italia. Al mismo tiempo, en la onda del plan Marshall, EE UU permitía a los actores trabajar libres de impuestos en el extranjero. Para los actores americanos era el paraíso, y escapaban a la presión de los estudios y al puritanismo del público estadounidense. Lauren Bacall se hacía trajes a precios tirados con las hermanas Fontana y Bogart podía darle al frasco sin reparos.
Media ciudad vivía del cine. Se pasaba la mañana rodando peliculones religiosos, como “Quo Vadis” o “Ben Hur”, y la noche, de juerga salvaje. “Vacaciones en Roma”, de Wyler, con Gregory Peck y Audrey Hepburn, lo retrató primero en 1952. Otro periodista con otro ‘paparazzo’. ‘La dolce vita’, película de amaneceres, muestra la resaca. La primera crítica de la Iglesia fue positiva: «Nunca el cine había insertado en el pecado un sentimiento tan profundo de amargura, aburrimiento, desolación». El “Osservatore Roman” pensó que podía dar ideas o envidia y la masacró. Fue un éxito enorme. En España se estrenó en 1980. Obviamente, no ganó el Oscar, sólo uno de vestuario. Sigue siendo hipnótica y misteriosa. Según explicó Fellini, «sólo quería decir que, no obstante todo, la vida tiene una dulzura profunda, innegable».
YouTube – La Dolce Vita – Trevi Fountain Scene.
Una fuente de cine – Magazine- El mundo.es Nº 646.
Categorías:Cine
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