Hoy, 26 de Marzo de 2009, se cumplen 50 años de la muerte de Raymond Chandler, autor legendario de la novela negra estadounidense, cuya influencia se extendió al campo cinematográfico gracias al detective privado Philip Marlowe, interpretado, entre otros, por Humphrey Bogart o Robert Mitchum.
Si la literatura ha dado inolvidables personajes de ese estilo, Philip Marlowe se encuentra en el olimpo de los más recordados, junto al Sam Spade de Dashiell Hammett, el Sherlock Holmes de Sir Arthur Conan-Doyle y el Hércules Poirot de Agatha Christie.
Marlowe, uno de los primeros grandes antihéroes de EEUU, resulta irónico, cínico y bruto a la par que encantador, todo un arquetipo de la masculinidad. «Hizo que la corrupción y el vicio fueran extremadamente atractivos«, sostiene el periódico Los Angeles Times.
Chandler tenía 51 años cuando publicó su primera novela, «El sueño eterno» (The Big Sleep, en 1939). Después llegarían «Adiós, muñeca» (Farewell, My Lovely, 1940), «La ventana alta» (The High Window, 1942), «La dama del lago» (The Lady in the Lake, 1943), «La hermana pequeña”, (The Little Sister, 1949), «El largo adiós» (The Long Goodbye, 1954), «Playback» (1958) y la inconclusa «Poodle Springs» (1959), que fue rematada por su admirador Robert B. Parker.
Todas ellas con Marlowe como protagonista y como extensión sobre el papel de su propio autor.
La primera adaptación al cine de «El sueño eterno» fue el clásico del cine negro dirigido por Howard Hawks en 1946, con Bogart en la piel del detective y Lauren Bacall como la perfecta «femme fatale«.
«Eran aproximadamente las once de la mañana de un mediados de octubre sin sol y con una copiosa lluvia en la claridad al pie de las sierras. Llevaba yo mi traje azul pólvora, camisa azul oscura, corbata y un pañuelo desplegado, zapatos gruesos y negros, medias negras de lana, con cuadrados azul oscuro. Estaba yo pulcro, limpio, afeitado y sobrio y me importaba muy poco quien lo supiera. Era en todo el detective privado tal cual debe ser. Iba a pedir cuatro millones de dólares«. (Fragmento de “El sueño eterno”)
Años después, en 1978, fue Robert Mitchum quien tomó el relevo de Bogart en una nueva versión realizada por Michael Winner. El actor estadounidense repetía por entonces ese personaje, ya que en 1975 protagonizó «Adiós muñeca«, de Dick Richards.
«Habían puesto a Rembrandt en el almanaque ese año, un autorretrato más bien grasoso debido a la impresión imperfecta de los colores. Lo mostraba sosteniendo una paleta engrasada con un pulgar sucio, y con una camisa que no parecía muy limpia tampoco. La otra mano tenía un pincel suspendido en el aire, como si estuviera pensando en hacer un trabajito, si alguien se lo pagaba por adelantado. El rostro se veía envejecido, flojo, lleno de disgusto por la vida y de los efectos engrosadores de la bebida. Pero tenía una dura alegría que me gustaba, y los ojos eran tan brillantes como gotas de rocío». (Fragmento de “Adiós muñeca”)
A Marlowe también lo encarnaron otros actores como Dick Powell, George Montgomery, Robert Montgomery, James Garner, Elliot Gould y James Caan, el más reciente («Poodle Springs«, 1998), quienes insuflaron al papel las necesarias dosis de humanidad y hasta cierta ternura.
Además Chandler redactó más de veinte relatos cortos detectivescos -los primeros fueron publicados en las revistas «pulp» Black Mask y Dime Detective- así como un par de ensayos de relumbrón, sobre todo «The Simple Art of Murder«, donde nació la expresión «mean streets» («malas calles»), usada por Martin Scorsese en una de sus primeras películas.
El cine, no obstante, fue siempre objeto de deseo para Chandler, quien colaboró en los guiones de «Perdición» (Double Indemnity, 1944) de Billy Wilder, y «Extraños en un tren» (Strangers on a Train, 1951), de Alfred Hitchcock, basada en la novela de Patricia Highsmith.
El único libreto que redactó por sí mismo fue el de la cinta «La dalia azul» (The Blue Dahlia, 1946), con Alan Ladd y Veronica Lake, por la que fue candidato al Óscar.
Chandler, nacido en Chicago (Illinois) en 1888, se casó en 1924 con Cissy Hurlbut, una mujer 18 años mayor que él con la que había comenzado una relación cinco años antes, cuando ésta estaba casada, y con la que nunca tuvo hijos. Tras la muerte de Cissy en 1954, el novelista emprendió un descenso a los infiernos ahogado en alcohol, que le llevó a varios intentos de suicidio.
“Es un hombre relativamente pobre, pues de lo contrario no sería detective. Es un hombre común, pues de lo contrario no viviría entre gente común. Tiene un cierto conocimiento del carácter ajeno, o no conocería su trabajo. No acepta con deshonestidad el dinero de nadie ni la insolencia de nadie sin la correspondiente y desapasionada venganza. Es un hombre solitario, y su orgullo consiste en que uno le trate como a un hombre orgulloso o tenga que lamentar haberle conocido. Habla como habla el hombre de su época, es decir, con tosco ingenio, con un vivaz sentimiento de lo grotesco, con repugnancia por los fingimientos y con desprecio por la mezquindad. El relato es la aventura de este hombre en busca de una verdad oculta, y no sería una aventura si no le ocurriera a un hombre adecuado para las aventuras. Tiene una amplitud de conciencia que le asombra a uno, pero que le pertenece por derecho propio, porque pertenece al mundo en que vive. Si hubiera bastantes hombres como él, creo que el mundo sería un lugar muy seguro en el que vivir, y sin embargo no demasiado aburrido como para que no valiera la pena habitar en él«. (Fragmento de “El simple arte de matar»)
Cuando murió en San Diego (California) el 26 de marzo de 1959, a los 70 años, dejó todo su patrimonio – 60.000 dólares y los futuros ingresos por derechos de autor- a su amiga y agente literaria, Helga Greene.
En las novelas de Chandler, además de sus personajes, el contexto cobra una gran importancia. Sus personajes se desenvuelven en un hábitat que el escritor conocía muy bien: Los Ángeles, una ciudad tan brillante en su exterior como vacía en su interior, según la novelista Judith Freeman, autora de «The Long Embrace: Raymond Chandler and the Woman He Loved«.
En ese libro Freeman sostiene que Chandler describió a la perfección «la soledad estadounidense«, retratada en esa ciudad californiana por «gente abandonada en el paraíso, entre la abundancia y la riqueza extrema», como policías al margen de la ley, médicos drogadictos, matones ingenuos y millonarias con la intención de engrosar, de cualquier forma, su patrimonio.
Fuente│ EFE.
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El fragmento del autorretrato de Rembrandt de Adios Muñeca, escrito en el mejor estilo chandleriano, podía funcionar también un autorretrato del propio Chandler…
Me gusta esa parte en la que Toole afirma que Ignatius podría pasar bien por comunista.
La escena, muy dramática, enfrenta a la madre de Ignatius J. Reilly con el personaje que lo insinúa.
Un cuadro…