Aunque era refractario a toda la tecnología moderna, hoy Borges habría triunfado más aún en el mundo perverso de Twitter con una maldad de 140 caracteres en los que cupiera el elogio desmedido a escritores menores solo para molestar a los consagrados que podían hacerle sombra; el desprecio al propio idioma castellano, cuyo genio dominaba con una perfección absoluta, hasta el punto de preferir el Quijote leído en inglés; el sarcasmo de zaherir a García Lorca tachándole de poeta andaluz, el de los guardias civiles y gitanos. Y así sucesivamente hasta no dejar títere con cabeza.
Ya sabíamos todo de su vida cuando, de pronto, Borges se convirtió en el paradigma de escritor al que admiras y odias al mismo tiempo. Ha habido otros literatos contradictorios de este estilo, pero Borges fue entre nosotros el primero en partir el alma de sus lectores exquisitos, el que parecía gozar con más ahínco escandalizando con una paradoja reaccionaria a sus devotos progresistas.
Categorías:
Deja una respuesta