El Guardián entre el Centeno. J.D. Salinger.

Tal día como hoy, 16 de julio de 1951 aparece publicado en Estados Unidos el libro «El guardián entre el centeno» (’The Catcher in the Rye’), de J. D. Salinger.

Holden Cauldfield, su protagonista, es un joven adolescente, un antihéroe con problemas de integración, que es expulsado del colegio al que acude. En su vuelta a Nueva York y, para que sus padres no se enteren de esa expulsión, vivirá una serie de singulares peripecias.

En torno a este libro se alza una leyenda monumental, basada en rumores más o menos ciertos. Está demostrado que Mark Chapman, el asesino de John Lennon, leía ese libro durante los días anteriores al crimen. También se asegura que son muchos más los asesinos en serie que tenían «El guardián entre el centeno» como libro de cabecera, llegando a insinuarse que dentro de él existían códigos secretos, claves psicológicas que incitaban a matar. No obstante, aparte de leyendas, no deja de ser un libro muy recomendable que representa una metáfora al descontento de la sociedad de la América de la II Guerra Mundial.

Jerome David Salinger (Nueva York, 1919) debutó como novelista con esta novela corta, que acabó convirtiéndose en un clásico de la literatura moderna estadounidense. Sin embargo, la popularidad de la novela convirtió a Salinger en un eremita, quien se retiró a vivir en una remota cabaña, aislado del mundo.

Desde allí, y hasta 1965, continuó escribiendo narrativa corta para la revista ‘The New Yorker’. Algunos de ellos fueron recopilados en libros como «Frannie y Zooey» o «Nueve Cuentos«.

A propósito del título, éste hace referencia a que al joven lo único que le gustaría ser es un «guardián entre el centeno«, y «evitar que los niños caigan en el precipicio (…), vigilarles todo el tiempo…» es el deseo del protagonista de que nadie más pueda pasar por lo mismo que él.


Extractos:

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(…) «Creí que era, «Si un cuerpo coge a otro cuerpo» -le dije-, pero, verás. Muchas veces me imagino que hay un montón de niños jugando en un campo de centeno. Miles de niños. Y están solos, quiero decir que no hay nadie mayor vigilándolos. Sólo yo. Estoy al borde de un precipicio y mi trabajo consiste en evitar que los niños caigan a él. En cuanto empiezan a correr sin mirar adonde van, yo salgo de donde esté y los cojo. Eso es lo que me gustaría hacer todo el tiempo. Vigilarlos. Yo sería el guardián entre el centeno. Te parecerá una tontería, pero es lo único que de verdad me gustaría hacer. Sé que es una locura.

(…) Pensé que encontraría trabajo en una gasolinera poniendo a los coches aceite y gasolina. Pero la verdad es que no me importaba qué clase de trabajo fuera con tal de que nadie me conociera y yo no conociera a nadie. Lo que haría sería hacerme pasar por sordomudo y así no tendría que hablar. Si querían decirme algo, tendrían que escribirlo en un papelito y enseñármelo. Al final se hartarían y ya no tendría que hablar el resto de mi vida. Pensarían que era un pobre hombre y me dejarían en paz. Yo les llenaría los depósitos de gasolina, ellos me pagarían, y con el dinero me construiría una cabaña en algún sitio y pasaría allí el resto de mi vida. La levantaría cerca del bosque, pero no entre los árboles, porque quería ver el sol todo el tiempo. Me haría la comida, y luego, si me daba la gana de casarme, conocería a una chica guapísima que sería también sordomuda y nos casaríamos. Vendría a vivir a la cabaña conmigo y si quería decirme algo tendría que escribirlo como todo el mundo. Si llegábamos a tener hijos, los esconderíamos en alguna parte. Compraríamos un montón de libros y les enseñaríamos a leer y escribir nosotros solos».

(…) “Encantadores. Esa si que es una palabra que no aguanto. Suena tan falsa que me dan ganas de vomitar cada vez que la oigo”.

(…) «Nunca puedo rezar cuando quiero. En primer lugar porque soy un poco ateo. Jesucristo me cae bien, pero con el resto de la Biblia no puedo. Esos discípulos, por ejemplo. Si quieren que les diga la verdad no les tengo ninguna simpatía. Cuando Jesucristo murió no se portaron tan mal, pero lo que es mientras estuvo vivo, le ayudaron como un tiro en la cabeza. Siempre le dejaban más solo que la una. Creo que son los que menos trago de toda la Biblia. Si quieren que les diga la verdad, el tío que me cae mejor de todo el Evangelio, además de Jesucristo, es ese lunático que vivía entre las tumbas y se hacía heridas con las piedras. Me cae mil veces mejor que los discípulos”.

(…) “Una de las cosas malas que tengo es que nunca me ha importado perder nada. Cuando era niño, mi madre se enfadaba mucho conmigo. Hay tíos que se pasan días enteros buscando todo lo que pierden. A mí nada me importa lo bastante como para pasarme una hora buscándolo. Quizá por eso sea un poco cobarde. Aunque no es excusa, de verdad. No se debe ser cobarde en absoluto, ni poco ni mucho. Si llega el momento de romperle a uno la cara, hay que hacerlo. Lo que me pasa es que yo no sirvo para esas cosas. Prefiero tirar a un tío por la ventana o cortarle la cabeza a hachazos, que pegarle un puñetazo en la mandíbula. Me revientan los puñetazos. No me importa que me aticen de vez en cuando —aunque, naturalmente, tampoco me vuelve loco—, pero si se trata de una pelea a puñetazos lo que más me asusta es ver la cara del otro tío. Eso es lo malo. No me importaría pelear si tuviera los ojos vendados. Sé que es un tipo de cobardía bastante raro, la verdad, pero aun así es cobardía. No crean que me engaño”.

(…) «Antes yo era tan tonto que la consideraba inteligente porque sabía bastante de literatura y de teatro, y cuando alguien sabe de esas cosas cuesta mucho trabajo llegar a averiguar si es estúpido o no. En el caso de Sally me llevó años enteros darme cuenta de que lo era. Creo que lo hubiera sabido mucho antes si no hubiéramos pasado tanto tiempo besándonos y metiéndonos mano.»

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(…) “Supongo que eso no estaría mal, pero no me gusta. Me gustaría si los abogados fueran por ahí salvando de verdad vidas de tipos inocentes, pero eso nunca lo hacen. Lo que hacen es ganar un montón de pasta, jugar al golf y al bridge, comprarse coches, beber martinis secos y darse mucha importancia. Además, si de verdad te. pones a defender a tíos inocentes, ¿cómo sabes que lo haces porque quieres salvarles la vida, o porque quieres que todos te consideren un abogado estupendo y te den palmaditas en la espalda y te feliciten los periodistas cuando acaba el juicio como pasa en toda esa imbecilidad de películas? ¡Cómo sabes tú mismo que no te estás mintiendo? Eso es lo malo, que nunca llegas a saberlo”.

Y uno de mis favoritos.

(…) «El oficial de marina y yo nos dijimos que estábamos encantados de habernos conocido, que es una cosa que me fastidia muchísimo. Me paso el día entero diciendo que estoy encantado de haberlas conocido a personas que me importan un comino. Pero supongo que si uno quiere seguir viviendo, tiene que decir tonterías de esas.»


Para saber más:

Salinger y la leyenda de el guardián entre el centeno
El guardian entre el centeno. Misterio
El guardian entre el centeno segun Lucinda
Robert Burs y J.D. Salinger
Todo sobre mi padre
Veleidades de un escritor de clausura
Criticas literarias
A 22 Años del Asesinato de John Lennon: Mark David Chapman y El Guardián entre el Centeno.

En Algún Día │J. D. Salinger: 90 años de vida y 40 de silencio literario.



Categorías:Efemérides, Libros

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