Manual para combatir el espíritu navideño.

Por Fritz Berger Ch. | Etiqueta Negra. No. 55

Si usted es de aquellos que eleva los ojos al cielo y suspira hondo conforme se acerca el 25 de diciembre, ha llegado a la página indicada. Somos (inclúyame) un ejército silencioso y hastiado de la falaz bonhomía de diciembre. Pero ya es hora de alzar la voz.

Las mejores Navidades de mi vida las he pasado rodeado de una absoluta y feliz ausencia de referencias navideñas, enfundado en una tibia sudadera-pijama de varios días de uso. Ello me ha permitido purgar de mi mente todo sentimiento de odio estacional. Pero este umbral psicológico neutro no representa ningún nirvana o satori zen, sino algo más terrenal y más parecido a una siesta constante que a la sabiduría filosófica. Antes yo era otro, un resentido que ahora desconozco y rechazo. Era, por ejemplo, de los que deseaba secretamente un escándalo pedofílico entre Los Toribianitos, esos infantes cantores de villancicos. Hoy bailo grácil y sonriente sus coreografías, y acepto su existencia con la misma satisfacción que me brinda, por decir algo, un caracol.

¿Se puede remontar la gigantesca ola de estupidez con la que la Navidad estalla en nuestras vidas cada fin de año?

He aquí el cómo.

1. No hay Navidad sin antibióticos.- El beneficio antibacteriano de estos medicamentos limpia el cuerpo de enemigos de la salud que proliferan en días de aglomeración e involuntaria fricción con desconocidos. Aunque su mejor virtud, respecto al tema que nos concierne, radica en su efecto secundario: un dulce aturdimiento que, sin las molestias posteriores del alcohol u otra clase de drogas, vuelve soportables a los demás tras un velo de medicada disociación de la realidad. Este estupor químico le permitirá tararear hasta el más insoportable villancico y hará llevadera una inesperada visita familiar en Nochebuena.

2. Usufructúe la culpa ajena.- El momentáneo balance de vida que suelen hacer las personas ante la culminación de un año, no tiene otro destino que el feroz olvido. Pasadas las fiestas y la depresión que las escolta, tanto resoluciones como propósitos de enmienda son rápidamente diluidos por el pragmatismo veraniego. Pero este ciclo breve ofrece una oportunidad única y perentoria: préstese dinero en la víspera de la máxima festividad de amor. Aunque mi formación científica me lo prohíbe, apostaría lo que fuera a que esa deuda es de las que nunca será pagada. «Es para comprarle algo a mi madre», es una frase infalible.

3. Trabajemos a futuro.- Los adultos, a fin de cuentas, ya cumplieron su ciclo. Cada quien tuvo su oportunidad educativa y de maduración, y uno no puede hacerse responsable de procesos fallidos de crecimiento. (El penoso espectáculo de un adulto conmovido frente a un comercial de panetones es uno de los más degradantes que he observado en mi vida profesional). Los niños son el futuro. Su pureza e inocencia los hace materia idónea de una temprana y oportuna acción docente. Hay una tarea sencilla por cumplir: implementar una página de divulgación científica ornamentada con temas infantiles e hipervínculos a videojuegos para capturar internautas jóvenes. Nombre tentativo: http://www.papanoelnoexiste.com.

4. La duda educa.- No es tarea fácil deshacer una tradición mitológica construida con el apoyo indesmayable de las poderosas fuerzas del mercado. Tal como en la guerra de guerrillas, aquí el trabajo hormiga es el que cuenta. No subestime pequeñas acciones. Sumadas una a una, éstas podrían tener el efecto exponencial de una bola de nieve: cada vez que vea un nacimiento ornamental, sea en una casa, oficina o centro comercial, desordénelo. Ponga al burro en la cuna. A María departiendo con Baltazar. Un ovni en vez de la estrella. El caos marcará el camino a la liberación de los oprimidos por la festividad obligatoria.

5. El mito vale tanto como la verdad.- Si en países tropicales como el Perú jamás cae nieve en Navidad ni crecen pinos cerca del mar, tampoco hay razón para empacharse con pavo al estilo de los colonos puritanos que llegaron a América del Norte. La manera más efectiva de neutralizar una tradición ajena y sin sustento es generando una nueva. Una posibilidad radica en difundir los resultados de un reciente estudio según el cual el pavo tendría mayor capacidad retentiva que el chimpancé, especie que a su vez acaba de evidenciar mayor retención intelectual que un humano adolescente. Con tamaña información en su haber sólo un imbécil podría atreverse a alimentarse de alguien más inteligente que uno mismo.



Categorías:Pareceres

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1 respuesta

  1. UF! que alivio no sentirse solo en esta lucha contra el lugar común y el consumo…. gracias.

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