Captatio benevolentiae: Pedir o conseguir la benevolencia (atención, respeto, expectativa o interés) del auditorio. El autor, el poeta, el rapsoda el actor pide al público que sea benevolente con él y con su obra, pues a pesar de sus imperfecciones lo ha hecho con buena voluntad.
«Desocupado lector: sin juramento me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse. Pero, no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. Y así, ¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío sino la historia de un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca imaginados de otro alguno, bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación?»
Cervantes, Don Quijote de la Mancha, I, Prólogo.
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En la Edad Media, los nobles analfabetos dejaban el encargo a sus niños de que contrataran un cronista que les escribiera la vida. Los cronistas, a sueldo, solían exagerar, para agradar a sus señores, pero también los había escrupulosos y veraces. El triunfo de la burguesía, nos obligó a todos a ser cronistas de nuestra propia vida, porque ya no había quien nos la contara. Y nació la novela. Pero el deseo de decir bien de uno mismo aparece sellado por la máxima ‘De ipse, silemus’ [de uno mismo , mejor no hablar], y si se habla, se procura atemperar los excesos laudatorios e incluso se recurre a la ‘captatio benevolentiae’, poniéndose uno mismo a parir, para merecer el perdón del público por el atrevimiento que supone hablar bien de uno mismo. O simplemente por la arrogancia de hablar de sí, bien o mal,como si lo que se cuenta pudiera tener algún interés para los otros.