Los Alimentos de la Última Cena.

 

Texto: Maribel González. Magazine. El Mundo. Nº 4957. 05.04.09

 

Se celebró hace unos 1979 años y ha pasado a la Historia como la cena más famosa de la Humanidad, a pesar de que el menú que en ella se degustó siga siendo hoy en día un misterio. Si nos ceñimos a la literalidad de lo escrito en los evangelios, Jesús y sus 12 apóstoles debieron de despacharse aquella noche con un refrigerio donde el pan y el vino fueron los indiscutibles protagonistas.

 

Sin embargo, es de suponer que en la mesa de aquel grupo de amigos –que compartían mantel por última vez – tenía que haber otros alimentos a los que los evangelistas no dieron importancia. Y durante mucho tiempo, se creyó que esos alimentos eran cordero y hierbas amargas.

 

Claro que la parquedad de detalles culinarios de las Escrituras no es de extrañar. No en vano, y según su relato, aquella noche tuvieron lugar dos de los acontecimientos más relevantes del cristianismo, así que entra dentro de la lógica que el aspecto puramente gastronómico de la celebración quedara en un segundo plano. En primer lugar, y en medio del ágape, Jesucristo anunció, ni más ni menos, que uno de los comensales era un traidor: «Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, dijo: “Yo os aseguro que uno de vosotros me entregará. Muy entristecidos, empezaron a preguntarle uno por uno: «¿Seré yo, Señor?”. Y él respondió: ‘El que acaba de servirse de la misma fuente que yo, ése me va a entregar’» (Mateo 26, 20-23).

 

¿Qué alimentos había en esa fuente? La pregunta ni se les debió de pasar por la mente a los evangelistas, concentrados en relatar un asunto tan serio como la traición de Judas Iscariote, quien, a la sazón, acababa de retirar su mano de la citada fuente… Para más inri, el propio Judas fue el responsable del menú de aquella Última Cena, ya que, según la tradición cristiana, era el tesorero del grupo y se encargó personalmente de adquirir las viandas que en ella se degustaron. Y conociendo su carácter pesetero (vendió a Jesús por 30 monedas de plata…) es de suponer que no sería muy espléndido.

 

Fuera cual fuera el menú pagado por Judas, los Trece digirieron como pudieron la noticia bomba de su deslealtad y continuaron cenando hasta que Jesús tomó los dos únicos alimentos citados en los Evangelios, el pan y el vino, para realizar el acto que se considera fundacional de la Iglesia católica: la institución de la Eucaristía. «Durante la cena, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomad, esto es mi Cuerpo’. Luego tomó una copa, dio gracias, se la entregó y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por todos. Os aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”» (Marcos 14, 22-25).

 

Cordero pascual. Evidentemente, la transustanciación del pan y el vino en el cuerpo y sangre de Jesucristo fue el momento cumbre de aquel convite. Y los evangelistas, lejos de dedicar un solo versículo más a relatar si los allí reunidos tomaron postre o café, pasan sin más a la descripción del resto de acontecimientos que tuvieron lugar esa noche (el apresamiento de Jesús, la negación de Pedro…).

Con tan pocas alusiones explícitas a la comida, Javier Sierra, periodista y autor, entre otros libros, de La cena secreta (Ed. Plaza & Janés Editores), explica que «sólo podemos elucubrar el posible menú de aquella importante cena, basándonos en la tradición que la Iglesia católica popularizó a partir del siglo IV».

Apoyándose en esa tradición, la opinión más extendida siempre ha sido que comieron cordero asado, hierbas amargas, vino y pan ácimo, es decir, preparado sin levadura. La creencia se sustenta en que ése era precisamente el menú que, según el libro del Éxodo (Ex 12, 1-12), Dios ordenó tomar para celebrar la fiesta de la Pascua (que conmemora el día en que el pueblo judío fue liberado de la esclavitud y conducido a la Tierra Prometida). Y como los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas –llamados sinópticos por las similitudes que hay entre ellos– sitúan cronológicamente la Última Cena en el día de la Pascua, desde tiempos inmemoriales se dio por sentado que los Trece debieron de decantarse por una elección gastronómica de lo más ortodoxa. «Llegó el día de la fiesta de los panes sin levadura, en que debía inmolarse el cordero pascual, y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: ‘Encargaos de prepararnos la cena de la pascua’» (Lucas 22, 7-8).

Pedro Tarquis, biblista y miembro de la Alianza Evangélica Española, asume esta explicación de menú tradicional: «Nunca ha sido motivo de debate si comieron carne o pescado, y aunque es cierto que puede haber fundamentos a favor de ambos alimentos, los evangelistas nos inclinamos por la opción del cordero de un año y sin imperfecciones, acompañado de pan ácimo y vino». Sin embargo, desde hace unos años, la versión que San Juan escribió en su evangelio sobre cómo y cuándo trascurrieron los hechos ha empezado a cobrar fuerza, sobre todo entre los católicos.

Y, gastronómicamente hablando, esta teoría de San Juan no es baladí ya que echa por tierra el menú que hasta la fecha se había considerado más plausible: según este evangelio, no pudieron comer cordero porque aquella reunión se produjo un día antes de la tradicional fiesta judía: «Antes de la pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre […]. Después condujeron a Jesús desde la casa de Caifás hasta el palacio del Gobernador. Era muy temprano. Los judíos no entraron en el palacio para no contraer impureza legal y poder celebrar así la cena de Pascua» (Lucas 13, 1; 18, 28).

En 2007, durante la celebración de la misa de Jueves Santo en la basílica de San Juan de Letrán (Roma), el propio papa Benedicto XVI refrendó la mayor precisión histórica de Juan a la hora de situar la fecha de la Última Cena, e introdujo una sustancial variación en el sacro banquete. «Jesús celebró la Pascua con sus discípulos probablemente con el calendario del Qumran, y por tanto un día antes de la Pascua judía y fue celebrada sin el cordero, como la comunidad Qumran, que no reconocía el templo de Herodes», proclamó el pontífice.

¿Y si Comieron pescado? Cinco siglos antes de que Benedicto XVI hiciera públicas sus dudas sobre el menú de aquella cena, Leonardo da Vinci ya sirvió en su interpretación pictórica de los hechos una comanda mucho más vegetariana y moderna de lo que cabía imaginar: anguila a la parrilla decorada con rodajas de naranja y granada. Ahí queda eso.

Desmontando el mito de que la nueva cocina y las recetas de largo y rimbombante nombre son un invento del siglo XX, el genio italiano se atrevió a pintar, en el refectorio del convento dominico de Santa María de las Gracias en Milán (Italia), La Última Cena más apócrifa de cuantas se han realizado y que, pese a todo, se ha convertido en el icono universal de aquel acontecimiento. La obra es tan diferente a lo que se había hecho hasta entonces, y encierra tantas contradicciones doctrinales, que ha inspirado no pocos y rentables libros dedicados a desentrañar sus misterios.

Y aunque quizá algunos quieran descubrir enigmas donde no los hay, lo cierto es que Leonardo no respeta ninguno de los elementos que tradicionalmente la iconografía cristiana había utilizado a la hora de representar la Última Cena: «Para empezar, no pinta el momento de la consagración, sino el del anuncio de la traición de Judas, pero no es fácil encontrar al apóstata, ya que ninguno de los apóstoles luce halo de santidad y el traidor no aparece delante de la mesa o en escorzo, como solía ser habitual. Para colmo, el único que tiene pinta de malo es Pedro, que lleva un cuchillo en la mano y agarra por el cuello a Juan, el discípulo amado, que, a su vez, no se apoya en el pecho de Jesús, como dice el Nuevo Testamento, sino que más bien, parece alejarse de Él», relata Javier Sierra. En su opinión, el cuadro está planteado como un acertijo y es tan aplastantemente heterodoxo porque «Leonardo era todo menos un buen cristiano».

No podía ser menos, en lo que a la comida se refiere, Da Vinci también se saltó todos los cánones comúnmente aceptados hasta la época. «Pescado en lugar de carne, el alimento fundamental de la dieta hebrea; naranjas y granadas en lugar de hierbas amargas; ni rastro del cordero pascual… Su menú es tan políticamente incorrecto como el resto de la obra, aunque durante años, debido al mal estado de la pintura, este tema pasó desapercibido», sentencia Sierra.

En efecto, La Última Cena sufrió numerosos daños casi desde el momento en que Leonardo dio su última pincelada, ya que el maestro utilizó una técnica experimental –pintó con óleo sobre yeso seco– que resultó muy poco duradera. Tras innumerables intentos de conservación, el estado del mural llegó a ser tan desastroso, y a parecerse tan poco al original, que en 1977 se decidió realizar una restauración definitiva que tardó en culminarse la friolera de 20 años.

Gracias a ella, el historiador John Varriano, profesor de la Universidad de Massachussets, pudo llevar a cabo una inspección exhaustiva del cuadro en la que descubrió con estupor que lo que hasta entonces se habían creído cuartos de asado eran en realidad tajadas de anguila, y que esparcidos por la mesa, además de trozos de pan, había nítidos gajos de naranja y semillas de granada.

Hoy, el novedoso menú, y otros detalles hasta ahora imperceptibles del cuadro, pueden observarse en todo su esplendor en la página web http://www.haltadefinizione.com, donde una fotografía en alta definición, que tiene una calidad de 16.000 millones de píxeles, deja al descubierto todos los secretos que, según algunos autores, Da Vinci escondió en su obra.

Tradición y modernidad. Según el divertido –y apócrifo– Notas de cocina de Leonardo da Vinci (Ediciones Temas de Hoy) esos platos que sirvió el maestro en su obra cumbre no son sino el reflejo de una pasión frustrada que marcó la vida del genio humanista: el amor por la el arte de la cocina. «Fue un impenitente gastrónomo a la vez que un cocinero tan refinado y sensible como visionario e incomprendido. Fracasó como jefe de cocina de la taberna florentina Los tres caracoles y fue un desastre como maestro de festejos y banquetes de Ludovico el Moro, señor de Milán», escribe José Carlos Capel en la presentación.

Según el libro, que teóricamente está basado en notas y recetas del maestro recogidas en el Codex Romanoff, Leonardo fue una suerte de Ferran Adrià adelantado a su tiempo cuyas creaciones culinarias estaban siglos por delante de los gustos de la época. Basten como ejemplo algunos de los platos que plasmó en los bocetos de La Última Cena: criadillas de cordero a la crema, ancas de rana con verduras, muslos de focha con flores de calabacín, puré de nabos con rodajas de anguila…

Hay quien dice que finalmente se decantó por la anguila porque este pescado se encontraba entre sus platos preferidos. Otros aseguran que eligió ese menú porque Leonardo era tan vegetariano como lo eran los miembros de la herejía cátara con la que comulgaba. Sea por la razón que fuere, lo que está claro es que la receta que ideó hace 500 años compite en modernidad con los platos que 12 destacadísimos chefs han creado para Magazine, tratando de imaginar lo que cocinarían para cada uno de los apóstoles y para Jesucristo en su Última Cena.

Como el lector puede apreciar, los pescados y verduras ganan a las carnes por mayoría en las sugerencias de nuestros cocineros, quizá influidos por esa tradición que lleva a los católicos a privarse de la carne durante los viernes de Cuaresma y Semana Santa. Claro que esta tradición, como el supuesto menú de la Última Cena, también está siendo en la actualidad revisada por la Iglesia católica.

Como muestra, la carta que José Ignacio Munilla, Obispo de Palencia, ha remitido a sus fieles animándoles a realizar este año un sacrificio más adecuado para los tiempos que corren: «Me atrevo a proponer un ayuno muy saludable para todos en esta Cuaresma (…). Me refiero al ayuno de televisión e Internet, cuyo consumo está alcanzando niveles de auténtica esclavitud entre nosotros». Cosas del siglo XXI…



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7 respuestas

  1. Segun la tradición alimentaria de los judios, no esta permitido comer pescados sin espinas, por lo que la indicación de anguilas, esta contra ley juadica alimentarias. Es una cena eminentemente Pascual, lo que presupone que se debio de cenar Cordero, segun la tradición juadica y el simbolo del cordedo en los Evangelios de Juan.
    Leonardo, que fue un gran pasota, debio de dibujar algun alimento, para dejar en ridiculo la sapienza de la Iglesia en aquella epoca. No nos tiene que extrañar las influencia de los textos apogrifos, en lo relativo a la natividad, infancia y vida de Jesus, para dar una imagen mas sacralizada de los mismos.
    Si verdaeramente fue pescado, ya sea anguilas o otra cosa, tan solo es la prevención de no comer carne, en las festividades Pascuales, las cuales de forma alimentaria entran en festividades paganas y en el primitivo cristianismo de caracter doceta y gnostico.
    Puede que en la Costa de Israel, en aquella epoca se
    consumiera pescado, pero en Jerusalen interior es mas problematico, no creo que pudieran existir anguilas en los rios interiores, puesto que no desembocan en el mar, y el Mar Muerto, es demasiado salado, carpas,
    o pececillos de agua dulce.
    Los apostoles algunas tenian un negocio de pesca y de salazones, debieron de ser gente importante almenos comercialmente, ya que este negocio, requeria un estatus economico, en adsoluto pobres e ingnorantes.
    Un saludo.

  2. perdon por lo espinas, quiero9 decir escamas.

  3. Eso de que debió comer cordero es MENTIRA.

    Primero, porque en la cena pascual judía de la época de Jesús, que debió ser casi idéntica a la que los judíos realizan hoy en día, se establece que si alguien, no puede realizar la cena de pascua en el día correspondiente (el que Dios dictó), la puede realizar un día antes (como por ejemplo si alguien tiene que viajar), sin comer ni sacrificar el cordero. Y cristo tenía una excusa muy buena, pues debía morir por todos nosotros al día siguiente (día de la cena de pascua) entre dos luces, ya que Cristo era el CORDERO.

    Segundo, y ya puestos averigüen tambien por qué en ese cuadro no aparecen los cálices, a ver si alguien sabe en qué mesa está Jesús, porque habían dos mesas. ¿A ver si alguien sabe cuál de las dos mesas es la que retrata el autor?

    El secreto está en los cálices. Dos de las copas son reflejadas por el evangelista Juan en la mesa, aunque a todo buen cristiano, le interesa como a mí, más que nada, la de la redención (la que aparece en 3 evangelios y en el libro de 1ª corintios). Pero también hay otra copa fuera de la mesa, que en getsemaní aún no ha bebido Jesucristo. Esta copa fue dura de beber.

    Si conociéramos un poco de biblia cristiana (la original en griego koniné), porque las evangélicas están falseadas y para eso lo digo, para que lo averigüen; y de la historia judía seríamos ricos en conocimiento: Conocimiento de vida.

    Bendiciones!

  4. ¿Que los apostoles tenían negocios? Seguramente sería para incubrir los negocios del que escribió ésto.

    Si leyéremos las leyes de Dios en vez de cambiarlas para hacerlas nuestras, o adaptarlas a las interpretaciones mundanas, otro gallo cantaría.

    Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que que unrico entre en el Reino de Dios.

    Los apóstoles abandonaron todo por Jesucristo (nada les faltó), aunque uno de ellos se creía más importante que Jesucristo, será por eso que llevaba la bolsa. Si no recuerdo mal no tuvo muy buen fin.

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