Creyó ver un Elefante,
un Elefante que tocaba la flauta;
mirando mejor, vio que era
una carta de su mujer.
«En fin -dijo-, ¡ya sé
que la vida es amarga!»
Creyó ver un Búfalo
instalado en la chimenea;
mirando mejor, vio que era
la sobrina de su cuñado:
«¡Salga de allí -dijo-, si no,
llamo a la policía!»
Creyó ver una Serpiente
que lo interpelaba en griego;
mirando mejor, vio que era
el jueves de la semana próxima.
«¡Yo sólo siento -dijo-
que no me pueda hablar!»
Creyó ver un Empleado de Banco
que descendía de un ómnibus;
mirando mejor, vio que era
un enorme hipopótamo.
«¡Si se queda -dijo- a almorzar,
qué dirá mi mujer!»
Creyó ver un Canguro
que hacía girar un molinillo;
mirando mejor, vio que era
una píldora vegetal.
«¡Para tragarse esto -dijo-
hay que sentirse muy mal!»
Creyó ver un Coche de seis caballos
detenido no lejos de su cama;
mirando mejor, vio que era
un oso decapitado.
«¡Pobre animal -dijo-, pobre animal estúpido!
¡Está esperando su cena!»
Creyó ver un Albatros
que revoloteaba alrededor de un candil;
mirando mejor, vio que era
una estampilla de dos centavos.
«¡Usted debería entrar -dijo-,
las noches son muy húmedas!»
Creyó ver un Portón
que se abría por medio de una llave;
mirando mejor, vio que era
una regla de tres compuesta.
«¡Sus misterios -dijo- son para mí
tan claros como el día!»
Creyó ver un Argumento
que probaba que él era el Papa;
mirando mejor, vio que era
un pedazo de jabón.
«¡Gran Dios -dijo-, un suceso así
ya no deja esperanzas!»
«Canción del jardinero loco», poema dadaísta de Lewis Carroll (1832-1898) seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson.
Categorías:Poesía
Deja una respuesta