Polanski, la escena que no pudo cortar.

La próxima semana se publicará en España «Polanski, biografía no autoriza» del británico Cristopher Sandford. Reproducimos tres fragmentos que narran su relación sexual con una niña de 13 años y posterior juicio, suceso por el que está a punto de ser perdonado por la justicia de Estados Unidos.

 

“Treinta años después todavía circulan versiones divergentes sobre lo que pasó entonces. La afirmación ocasional de Polanski de haber sido víctima de una complicada “estafa” de madre e hija puede considerarse, quizá, otro esfuerzo de autofabulación. Con todas las salvedades posibles, un hombre de 43 años que decide practicar el sexo con una niña de 13 años es, en el mejor de los casos, cómplice de su propia caída. Por otro lado, hay tantas discrepancias, distorsiones y simples falsedades en las diversas versiones del caso que el asunto ha llegado a parecer una de esas historias moralmente ambiguas […]. La siguiente versión está basada en los hechos admitidos por las partes, así como en la declaración de Samantha Gailey ante el Gran Jurado el 24 de marzo de 1977, en las transcripciones que no quedaron bajo secreto de sumario en el juicio que se celebró luego contra Polanski y en el informe que el fiscal del distrito presentó al juez que lo procesó, de 5 de agosto de 1977, con pruebas corroborrantes del Departamento de Justicia de Estados Unidos, todo lo cual se publica aquí por primera vez.

 

Cuando Polanski regresó a la casa de la familia Gailey, encontró a Samantha esperándole en la puerta, vestida con unos tejanos y una blusa de retales. La madre y hermana mayor de la niña habían desplegado servicialmente una variedad de prendas para que aquélla se cambiara durante la sesión fotográfica, la cual, según aseguró Polanski, sería “divertida” y duraría “una hora, como mucho”. Polanski escogió tres o cuatro artículos de los que había en la pila, y luego él y Samantha subieron al Mercedes y condujeron alrededor de media milla, hasta las colinas que había justo detrás de la casa. Aparcaron y subieron un estrecho camino de tierra, hasta un lugar aislado, desde que el que veían el océano Pacífico por encima de los tejados. Polanski hizo unas fotos de prueba y, para relajar a su modelo, empezó a preguntarle por su vida familiar. […] Polanski le pidió que se quitara la blusa y se pusiera una camisa que él había escogido en la casa. Después de unos cuantos disparos más, le pidió que se quitara la camisa. Las fotos publicadas, le aseguró, se cortarían con mucho gusto. No habría “tetas”, como él decía. […] Cuando Polanski “se sentó en el lado profundo” del espacioso jacuzzi, la niña “se precipitó al otro extremo” y desoyó sus llamadas para que viniera a su lado. Entonces fingió un ataque de asma […] para engañar al director, quien rodeó con su brazo la cintura de la muchacha y la ayudó a salir del agua, antes de proponerle un chapuzón juntos en la piscina contigua. Después de nadar un largo, Gailey salió de la piscina y fue a secarse a un baño cercano. Polanski apareció enseguida en éste, para preguntarle si se encontraba bien. Según la declaración de ella, Samantha le dijo “que me quería ir a casa, porque tenía que tomarme la medicina”. Polanski contestó: “Sí, enseguida te llevo”. Ella volvió a pedírselo. Entonces, Polanski “me dijo que entrara en la otra habitación. Una cabaña para invitados, amueblada con un sofá y una cama, y que me tumbara”.

 

Polanski nos dice que Gailey le aseguró que se encontraba mejor, después de lo cual, “muy suavemente, empecé a besarla y acariciarla”. El relato contemporáneo de la niña presenta diferencias importantes. Cuando Polanski le preguntó si se encontraba bien, ella contestó: “No”. Recuerda Gailey, cuando le preguntaron qué ocurrió: “Se inclinó y me besó. Yo le decía: “No”, ya saben. “Aparta”. El interrogatorio que vino entonces entre Gailey y el fiscal estremeció por lo menos a un miembro del jurado. “Fue el momento en que uno se dio cuenta”, dijo el hombre unos años después (hablando como ciudadano particular), “de que sólo era una niña, vamos. Recuerdo que nos miramos todos y creo que el pensamiento general fue: “Esa podría ser mi hija”. […]

 

Según todas las versiones, la actitud del juez hacia el “interno” había cambiado claramente, para peor, durante el último mes. Se dice que Rittenband comentó al escritor y productor Howard Koch […]: “Le voy a encerrar para siempre. No puedo imaginarme nada más horrible, más repugnante, que acostarse con una niña de trece años. Me voy a ocupar de que no salga nunca de la cárcel”. Al margen de lo que haya de cierto en este diálogo, el juez hizo una serie de comentarios no menos incendiarios, tanto en público como en privado, que finalmente llevaron a Douglas Dalton a presentar un “escrito de recusación” […]. “Estoy recibiendo demasiadas críticas”, había dicho Rittenband en la vista del 30 de enero, aludiendo, por lo visto, a los numerosos editoriales y comentarios que reclamaban que Polanski fuera encerrado sin más dilación. Con sus posteriores negativas a reconocer incorrección alguna, el juez sólo consiguió confirmar la impresión de parcialidad. “Yo quería ver a ese hombre -el prisionero- fuera del país”, anunció durante una rueda de prensa que dio en su despacho en el mes siguiente. Si así era, Rittenband iba a alcanzar su ambición por un camino poco ortodoxo. El propio Polanski pensaba que su caso no tenía tanto que ver con impartir justicia como con apaciguar a una prensa que le “aborrecía” desde 1969. (Un veterano corresponsal en Hollywood, que profesa “un gran respeto por las películas de Polanski”, recuerda la primera vez que lo atisbó después del asesinato de Sharon Tate, “esa figura encorvada intentando escabullirse por las calles traseras del recinto de la Paramount”. “No nos caía bien. El sentimiento era mutuo y lo percibíamos”).

 

Christopher Sanford

Fuente │El Cultural.es – 27.02.2009.

 



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