Vivir sin Dios no es fácil.

Un fantasma recorre el mundo anglosajón: el fantasma del ateísmo. Ejemplo de ello son estos dos ensayos que publica la revista Letras Libres en su edición de Marzo 2009: en uno, Steven Weinberg explora las ventajas del agnosticismo; en el otro, John Gray revisa críticamente algunos de los libros ateos que han invadido, durante los últimos años, las mesas de novedades. Extraemos del primero:

No es mi intención sostener que el debilitamiento de las creencias religiosas sea bueno (aunque pienso que lo es), ni tratar de convencer a nadie de abandonar su religión, como han hecho los últimos y elocuentes libros de Richard Dawkins, Sam Harris y Christopher Hitchens. En lo que llevo de vida, al argumentar a favor de un mayor gasto en investigación científica y educación superior, o en contra de invertir en la defensa con misiles balísticos o en enviar gente a Marte, he logrado un récord perfecto: no haber cambiado nunca el parecer de nadie. Antes bien, me propongo ofrecer a aquellos que ya han perdido sus creencias religiosas, o que podrían estar perdiéndolas, o a aquellos que las pierdan en el futuro, unas cuantas opiniones –sin ninguna base erudita– sobre cómo es posible vivir sin Dios.

En primer lugar, una advertencia: debemos tener cuidado con los sustitutos. Ya se ha señalado con frecuencia que los más grandes horrores del siglo XX fueron perpetrados por regímenes –como la Alemania de Hitler, la Rusia de Stalin o la China de Mao– que, al tiempo que rechazaban todas o algunas enseñanzas religiosas, copiaban las peores características de la religión misma: líderes infalibles, textos sagrados, rituales masivos, ejecución de apóstatas y un sentido de comunidad que justificaba el exterminio de quienes estuvieran fuera de dicha comunidad.

Cuando estudiaba el bachillerato, conocí a Will Herberg, un rabino preocupado por mi falta de fe. Herberg me advirtió que debíamos adorar a Dios, ya que de otra forma comenzaríamos a adorarnos los unos a los otros. El rabino tenía razón sobre el peligro, pero yo sugeriría una cura distinta: deberíamos librarnos del hábito de adorar cualquier cosa.

No diré que es fácil vivir sin Dios, y que la ciencia es todo lo que necesitamos. Para un físico, aprender a usar las hermosas matemáticas a fin de comprender el mundo real constituye en verdad una gran alegría. Nos esforzamos por comprender la naturaleza, por construir una gran cadena de institutos de investigación, desde el Museo de Alejandría y la Casa del Saber en Bagdad, hasta el CERN y el Fermilab de hoy. Pero sabemos que nunca llegaremos al fondo de las cosas, porque sea cual fuere la teoría que unifique todas las partículas y las fuerzas observables, nunca sabremos por qué es esa teoría la que describe el mundo real y no alguna otra.

Lo que es peor: la visión científica del mundo es algo terrorífica. No sólo no encontramos ningún sentido a la vida dispuesta para nosotros en la naturaleza, tampoco un fundamento objetivo para nuestros principios morales, ni correspondencia alguna entre eso que pensamos que es la ley moral y las leyes de la naturaleza, una correspondencia como la que imaginaran los filósofos, desde Anaximandro y Platón hasta Emerson. La ciencia también nos enseña que los sentimientos que más atesoramos (el amor por nuestro cónyuge, por nuestros hijos) son posibles gracias a procesos químicos que tienen lugar en nuestros cerebros, y que estos son resultado de la selección natural y de sus mutaciones aleatorias que han operado durante millones de años. Pero, pese a todo, no debemos hundirnos en el nihilismo ni sofocar nuestros sentimientos. En el mejor de los casos, vivimos en el filo de una navaja, con la ilusión por un lado y la desesperanza por otro.

¿Qué podemos hacer entonces? El humor, una cualidad no muy profusa en Emerson, ayuda. Así como nos reímos con empatía, sin desdén, cuando vemos a un bebé de un año luchando por mantenerse en pie cuando da sus primeros pasos, podemos sentir una jovialidad empática hacia nosotros mismos, cuando nos vemos intentando vivir en equilibrio sobre el filo de una navaja. En algunas de las tragedias más grandiosas de Shakespeare, justo cuando la acción está a punto de alcanzar un clímax insoportable, los héroes trágicos son confrontados por algún “tipo vulgar” que ofrece comentarios cómicos: un enterrador, un portero, un par de jardineros o un hombre con una canasta de higos. La tragedia no se ve disminuida, pero el humor la pone en perspectiva.

Luego están los placeres cotidianos de la vida, que han sido despreciados por los fanáticos religiosos, desde los anacoretas cristianos en los desiertos de Egipto hasta los ejércitos Talibán y Mahdi. Visitar Nueva Inglaterra a principios de junio, cuando las azaleas y los rododendros relumbran, me recuerda cuán bella puede ser la primavera. Y no desdeñemos los placeres de la carne. Quienes no somos fanáticos podemos regocijarnos, porque cuando el pan y el vino dejan de ser sacramentos siguen siendo pan y vino.

También están los placeres que nos brindan las bellas artes. En este respecto pienso que perderemos algo con el declive de las creencias religiosas. En el pasado muchas grandes obras de arte surgieron de la inspiración divina. Por ejemplo, no puedo imaginar la poesía de George Herbert o de Henry Vaughan o Gerard Manley Hopkins sin una sincera creencia religiosa. Pero nada impide que quienes no tengamos tales creencias disfrutemos de la poesía religiosa, de la misma manera que no ser ingleses no impide que los estadounidenses disfruten los discursos patrióticos de Ricardo II o Enrique V.

Quizá nos entristezca que en el futuro ya no se escriba poesía religiosa. Ahora mismo ya notamos que es poca la poesía en lengua inglesa de las últimas décadas que le debe algo a la creencia en Dios y, en algunos casos, cuando entra en juego la religión, en poetas como Stevie Smith o Philip Larkin, es su rechazo el que brinda la inspiración. Pero por supuesto que puede escribirse gran poesía sin religión. Shakespeare proporciona un ejemplo: nada en su obra, según me parece, muestra la más mínima pista de una inspiración religiosa seria. Con excepción de Ariel y Próspero, vemos que a los poetas les va bien sin ángeles y profetas.

No creo que deba preocuparnos el que abandonar la religión nos lleve a la decadencia moral. Hay muchas personas que no profesan una religión y que viven vidas moralmente ejemplares, y aun cuando la religión ha inspirado en ocasiones estándares éticos admirables, también ha fomentado con frecuencia los crímenes más odiosos. De cualquier forma, la creencia en un creador del mundo, omnipotente y omnisciente, no tiene por sí misma implicación moral alguna: decidir si es correcto obedecer sus órdenes aún está en nuestras manos. Por ejemplo, incluso alguien que crea en Dios puede sentir que, en el Viejo Testamento, Abraham no hizo lo correcto al obedecer a Dios y acceder a sacrificar a Isaac; y que Adán, en El Paraíso perdido, tenía razón en desobedecer a Dios y comer la manzana con Eva, para poder estar a su lado cuando fuera expulsada del Paraíso. Los jóvenes que pilotearon los aviones contra edificios en Estados Unidos, o que hicieron explotar bombas en medio de multitudes en Londres o Madrid o Tel Aviv, no sólo eran estúpidos al imaginar que esas eran órdenes de Dios; incluso si pensaban que esas eran sus órdenes, actuaron vilmente al obedecerlas.

Entre más reflexionamos sobre los placeres de la vida, más extrañamos esa grandiosa consolación que nos solían brindar las creencias religiosas: la promesa de que nuestras vidas continuarán después de la muerte, y de que en esa vida después de la muerte nos encontraremos con las personas que hemos amado. Conforme las creencias religiosas se debilitan, más y más de nosotros sabemos que después de la muerte no hay nada. Esto es lo que nos hace cobardes.

Cicerón ofrecía consuelo en su De Senectute, argumentando que resulta tonto temer la muerte. Después de más de dos mil años sus palabras aún no tienen ni el más mínimo poder de consolarnos. Philip Larkin fue mucho más convincente acerca del temor a la muerte:

Ningún ardid disipa esta manera
de temer. Ese brocado musical
y apolillado que es la religión, que finge
que hay vida tras la muerte, lo ha intentado.
Se ha dicho que ningún ser racional
puede temer lo que no siente, sin ver
que eso es lo que tememos justamente:
nada de vista ni de olfato ni de tacto,
nada de gusto ni de oído, nada
con qué pensar o amar, con qué enlazarnos,
tan sólo la anestesia sin retorno.
 

Vivir sin Dios no es fácil. Pero la dificultad misma que conlleva ofrece otra consolación: que hay un cierto honor, quizá tan sólo una adusta satisfacción, en enfrentar nuestra condición sin desesperanza y sin ilusión, con buen humor, pero sin Dios. 

Texto: Steve Weinberg. © The New York Review of Books. -Traducción de Marianela Santoveña.

Leer artículo completo «Sin Dios» de Steve Winberg publicado en Letras Libres- Marzo 2009.

El espejismo ateo de John Gray. Letras Libres- Marzo 2009.

¿Es tolerable la tolerancia religiosa?  de Fernando Savater. Letras Libres- Marzo 2009.

Creer o no creer (cartas cruzadas) de



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5 respuestas

  1. Saludos y que Dios lo Bendiga…

  2. Manual de Bolsillo para tratar con no creyentes

    1.Si te topas con un agnóstico o ateo recuerda: son sabelotodo e intelectualmente arrogantes.
    2.No trates de cambiarlos, solo Dios es dueño del garrote y el les dará todos los que necesiten.
    3.Son creyentes sustitutivos, sustituyen a Dios, por ídolos humanos.
    4.Les excita el provocar y causar duda.
    5.Se alimentan unos a otros y viven de la fe que extraen de otros.
    6.Son vampiros de energía.
    7.Por algún motivo rechazan la estructura de los sentimientos.
    8.Son incapaces de gozarse en la creación, tal cual.
    9.Consideran a todo creyente imbécil, y engañado.
    10.Se consideran a si mismos la cúpula de la civilización la ultima evolución.
    11.Se molestan con los creyentes porque creen.
    12.Endiosan al hombre y por eso crean ídolos filósofos artista músicos etc.
    13.Están atados a los vicios.
    14.Los ídolos del hombre son el hombre mismo, o producto de sus manos.
    15.La inmortalidad que te ofrece el mundo esta en una estatua
    16.Lo que menos soportan es que les tengas compasión.
    17.Fueron creados para mal ejemplo, y sirven para eso
    18.Si tienen la oportunidad arruinarían la vida de todos los creyentes
    19.No se atreven a abiertamente decir que odian a Dios, así que le niegan.
    20.Sufrieron o sufren de traumas espirituales que no saben resolver.

    • Cuando empezé a leer este sitio, no pensé que llegaría a sentir la necesidad de hacer un post. Pero me resultó inmensamente ofensivo e ignorante tu comentario.

      1) Para empezar, que alguien vea algo que a tus ojos es invisible, no lo hace un sabelotodo arrogante, simplemente ve algo que tu fé nubla. Recuerda que el primer pecado, fue la fé; la primer virtud, la duda.

      2) Refiriendome aún a tu primer punto, he hablado con muchas personas; y puedo afirmar con total honestidad que quienes muestran creerse sabelotodos son presisamente los creyentes (sobretodo los fanáticos) y no los ateos o agnósticos como dices.

      3) Citando a Gerardo Martinez (sí, leiste bien, a ti mismo)

      «14.Los ídolos del hombre son el hombre mismo, o producto de sus manos.»

      Tengo dos preguntas,
      a) ¿Acaso eres tú un hombre?
      b) ¿Adoras (o idolatras) a un dios (puedes llamrale Dios, si te hace feliz)?

      Dime amigo, ¿eres capaz de llegar a la conclusión? ¿No? Entonces permiteme ayudarte.

      El ídolo del hombre (para tu caso Dios), no es mas que un producto de las manos (en este caso cabeza) del hombre. ¿Eres capaz de refutar con otro argumento el mío?

      4) Quisiera que me explicaras como puedo hacerle para alimentarme de la fé de otros, o a succionar energía. La verdad, si ya no necesito la ingesta de alimentos, mi billetera sentiría un gran alivio.

      5) ¿Puedes demostrar que en realidad rechasamos la estructura de los sentimientos? Somos nosotros los que entendemos que estos son respuestas químicas que manda nuestro cerabro.

      6) No consideramos a los creyentes cómo personas que viven engañados, nosotros lo sabemos,

      7) A nadie conozco que crea que la evolución llegó a su fin y que nos encontramos en la parte más alta, a exepcion de los creyentes (aunque claro, estos tambien niegan la evolución).

      8) No me molesta que los creyentes crean, lo que no puedo tolerar es que

      a) Crean que el que vive engañado soy yo
      b) En las discuciones, no argumenten, y en cambio solo sean capaces de decir «te vas a ir al infierno, maldito ateo»
      c) Siendo seres racionales, crean que un ser «superior» los creo con el único proposito de tener subditos para ser alabado.

      8) ¿Sólo los ateos y agnósticos son viciosos? Sal a la calle algún día, vas a ver que hay cientos de vagos, alcoholicos y drogadictos, muchos de ellos (la mayoría, diria yo) profesan alguna religión.

      9) Que se «apiaden» de nosotros, no nos causa repulsión o coraje, nos da risa.

      10) Si tuviera la oportunidad, a todos los creyentes les mostraría la luz, para que pudieran quitar los bendajes de sus ojos y fueran capaces de ver el mundo como es. Sabemos que ver la realidad como es, a los creyentes les da miedo, por eso piensan que les arruinaria la vida.

      11) ¿Saben por qué les da miedo conocer la realidad, empezar a pensar por si mismos? Porque en sus religiónes se les obliga a evitar pensar, ya que toda actitud que invoque a la razón, aclara las mentes de los creyentes y se los lleva de sus religiones.

      12) Voy a citarte de nuevo:

      «19.No se atreven a abiertamente decir que odian a Dios, así que le niegan.»

      De acuerdo con tu lógica; las personas aracnofóbicas, niegan la existencia de las arañas; las personas que padecen musofobia, dicen que los ratones no existen; y sin lugar a dudas, aquellos con fotofobia niegan la existencia de los fotones (la luz que todos vemos, mis despistados amigos)

      20) Segun lo que tu dijiste:

      «20.Sufrieron o sufren de traumas espirituales que no saben resolver.»

      Dejenme contarles algo, yo crecí como un creyente. Cuestiones de familia, mi madre y padre eran creyentes, así que yo lo heredé (como cualquier hijo hace). Para nada diria que tuve malas experiencias, fue más bien todo lo contrario (de ahi que entienda que los que siguen siendo creyentes, se nieguen a salir de sus actuales circulos), la esperanza de una vida inmortal era realmente prometedora. Mas la razón llegó con la edad. No voy a dedicar el resto de este posteo para intentar convencerlos de apostatar de su fé, solo quiero decirle que deberían ser mas abiertos. Les aseguro que si logran dejar atras este vendaje del que hablo, les será más fácil darse cuenta de lo afortunados que son de existir, y de existir para sí. Piensenlo.

      Sé que van responder con comentarios como «te vas a ir al infierno», «ven, se los dije. Malditos ateos», ustedes son capaces de maquilar muchos más por el estilo. Lo hacen todos los días.

      Que tengan un buen día.

  3. Saludos y Bendiciones para todo el mundo ,que DIOS nos Bendiga a todos/as…

  4. Estoy muy deacuerdo con el texto como tal, la vida sin Dios es posible, porque Dios no es más que una excusa cultural, una explicación a todo lo que no podemos responder razonablemente aún ahora (teniendo en cuenta los avances científicos). Además como somos tan razonantes usamos a Dios para la guerra, para conquistar, para probar que tu estás mal, yo estoy bien y ¿cómo? condicionando con las consecuencias que puede traer no creer en Dios. El ateo nunca dice: «le va a ir mal si cree en Dios», él antes dice: «va a ver las cosas como son en realidad».

    He discutido interminablemente con un amigo, creyente a su manera, quien dice que Dios existe y que cada uno debe descubrirlo (que es mejor para mí que lo descubra también), que soy solo yo él que puede encontrarlo y debo hacer el esfuerzo por comunicarme con él. Este argumento es muy débil por dos razones: primero, Dios se ha vuelto aún más subjetivo al ser una creación que él siente y yo no y, segundo, al volverse un Dios personal este Dios está muy sujeto al poder de convencimiento que su testigo ejerza sobre otros y a la transgiversación de los principios de Dios como tal.

    Crecí en una familia católica y un colegio de la misma corriente, y toda la idea que tenía de Dios era temor a un futuro incierto, aunque iba a la Iglesia y comulgaba y tuve una niñez excelente nunca sentí a Dios por ningun lado, porque al único que escuché en el fondo de mi cabeza hablandome era a mí mismo. Con la vida que llevaba sacrificada a Dios seguro que él me hubiera hablado si existiera, me lo merecía. A medida que crecí descubrí que realmente no pasa nada sino oras o no te condicionas o si noagradeces a Dios por un nuevo día y, que el Amor que supuestamente Dios cultiva en nosotros nace de mi mismo, sí por reacciones químicas, pero se siente bien y no pienso al momento de sentirlo que es gracias a Dios o gracias a las reaciones químicas, simplemente lo siento. Además no necesito decir que acabé mi carrera gracias a Dios, o que viajaré a Europa si Dios lo permite, NO, eso pasará si hago todo lo posible y las cosas a mi alrededor se alinean de la manera correcta gracias a la naturaleza, a nuestra única madre que no es sobrenatural, ni invisible, ni omnisciente porque no razona, pero sí omnipresente. La excusa de Dios es una necesidad para que algunos sean felices, lo acepto como tal, pero hay muchos que no necesitamos aquel concepto para disfrutar y apreciar lo que nos pasa y somos muy buenas personas moralmente hablando.

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