Texto: Ana Bretón. Fotografías de Nico Koster. Magazine. El Mundo. Nº 495. 22.03.09
La imagen, reproducida hasta adquirir cualidad de icono, forma parte inexcusable de cualquier catálogo de nuestra historia reciente que aspire a ser un poliedro como dios manda. Corría el 25 de marzo de 1969 cuando John Lennon y Yoko Ono se instalaban en la suite 902 del hotel Hilton de Ámsterdam (Holanda) con un solo propósito: consagrar su ya de por sí mediática luna de miel –se habían casado cinco días antes en Gibraltar– a protestar contra la guerra de Vietnam.
Los Beatles aún no se habían disuelto (de hecho, éste sería el año del mítico Abbey Road), pero poco les faltaba. Enamorado hasta el tuétano más hondo y la neurona más remota de la artista japonesa, con quien había alcanzado una sintonía poco común, Lennon comenzaba a soltar amarras. De hecho, poco antes de la boda habían grabado su primer disco juntos, Unfinished Music No.1: Two Virgins, un álbum experimental que generaría gran escándalo por su portada, donde ambos aparecían desnudos. Tanto John (29 años en aquel tiempo) como Yoko (36) conocían bien para entonces los rudimentos del marketing mediático, es decir, todo-lo-que-debes-hacer-para-tener-a -la-prensa-a-tus-pies. Así que aprovecharon la marea de su boda para atraer a las ansiosas hordas de periodistas hacia su particular acto promocional antibelicista, su bed-in por la paz, donde la política aparecía embriagada de amor y las consignas –hair peace (pelo paz), bed peace (cama paz), grow your hair! (déjate crecer el pelo), stay in-bed (quédate en cama)– rezumaban pachuli por cada una de sus letras.
Las fotos desaparecidas. La particular fórmula de protesta política (que repetirían posteriormente en Bahamas y Montreal, en Nueva York no pudo ser porque Lennon tenía entonces prohibida su entrada en EEUU debido a una condena por consumo de cannabis) consistía en convocar a la prensa entre 9 de la mañana y 9 de la noche en la habitación de hotel, durante toda una semana. Allí acudían reporteros y fotógrafos a la espera de una performance, un desnudo, de que algo escandaloso, ilegal y/o fotogénico ocurriera. Y no ocurría nada. Bueno, ocurría que John y Yoko permanecían sentados en aquella cama enorme, hablando de la paz mundial, a ratos él tocando la guitarra, y, en general, en una actitud «angélica» (que diría Lennon).
Uno de los fotógrafos que acudieron a la supercita fue Nico Koster, del periódico holandés De Telegraaf. Con el resto de sus colegas, Koster inmortalizó aquel momento angélico en el que John y Yoko, ambos en pijama, tapados con una manta, rodeados de flores y con Ámsterdam abriéndose a su espalda, tras el ventanal, hacen de la no-violencia un espectáculo tan ingenuo como eficaz para su tiempo.
La foto – en realidad, las fotos, porque se hicieron decenas de esta misma pose a lo largo de la semana –, dio la vuelta al mundo y quedó fijada para siempre (al margen de postreras decepciones) como símbolo de una época, una forma de vivir la juventud y una manera de pensar. De las que tiró Nico Koster, en concreto 150 disparos, sólo se llegaron a revelar unas cuantas, las que más se ajustaron al modelo oficial. El resto de los negativos se metieron en un sobre, para que no se estropearan, el sobre fue a parar a un cajón, para mejor conservarlas, y así, pasaron nada menos que 39 años.
Un día de 2008, Nicole, hija de Koster, 39 años, abrió un cajón, sacó de él un sobre y curioseó en él. Se buscaba a sí misma de bebé y encontró al músico y a la artista en el Hilton. Al revelar el material, padre e hija descubrieron que el olvido había preservado un tesoro. Porque, más allá del icono mil veces repetido, en esas fotos aparecen un John Lennon y una Yoko Ono extraordinariamente cotidianos en medio de la excepcionalidad.
Ahí están, recién levantados, el pelo alborotado, con los restos del desayuno sobre la mesa, tazas amontonadas en el suelo, dibujos y cartas esparcidos aquí y allá, botellas de Heineken, su último disco pegado con grandes trozos de celo en la pared, junto a sus caricaturas. Ella le acaricia los pies mientras él habla por teléfono, una Yoko Ono tierna, guapa, en su camisón blanco como de hace un siglo, casi siamesa de un Lennon permanentemente envuelto en su albornoz. Él fuma, una y otra vez (Dunhill), ríe abiertamente desde sus dientes estropeados, se lo cree, se cree.
Estas fotos forman parte de ese trabajo, que Koster ha convertido en una exposición que puede verse en Ámsterdam y en un libro de edición limitada, «Room 902». Un disfrute, incluso para detractores.
* Room 902. fotografías de Nico koster. http://www.nicokoster-galeriemoderne.com/
Vea más fotos – El Mundo.es.
Sitio oficial: http://www.fromhollandwithpeace.com/
En Algún Día │40 años imaginando la Paz.
Categorías:In Memoriam
Excelente. Acababa de leer un post en balovega.com en que hacía referencia a la controvertida pareja, de modo que hoy tengo la música de los beatles en la cabeza, iré directo a escucharlos. Vi las fotos, pero me pareció sorpredente la historia de la hija del fotógrafo. Así resurgen Lennon y Yoko, para volver a llamar la atención del mundo, después de tantos años, creo que a él le hubiera encantado. Gracias
ADE
john lennon es el amor d mi vida aun sin nunca haberlo conocido. amo lo que fue y es en mi vida
pues yo creo que cualquiera que sepa que es musica yo que apenas lo estoy empesando a conocer ya me estoy enamorando de el , estoy leyendeo el libro de la vida con john lennon si no lo haz leido te lo recomiendo esta de mil
JOHN LENNON ES UNO DE LOS MEJORES TANTO EN LA MUSICA TANTO EN TODO ES UN HOMBRE PARFECTO ¿ NO LO CREEN USTEDES ASI? PUES EL ES DE LO MEJOR ME UBIERA GUSTADO ABERLO CONOCIDO