Fuera del mapa.

Fuera del mapa. Texto: José Antonio Garriga Vela. Diario Sur – 20.09.2009.

«Cada día que pasa me planteo más seriamente perderme del mapa. Ahora estoy convencido de que el ansiado momento está a punto de llegar. Sin embargo, aún no he decidido la fecha exacta ni el lugar de mi retiro definitivo. Sólo tengo claro que me gustan las islas luminosas, las playas blancas y las aguas transparentes. Hace años era capaz de nombrar las tres cosas que me llevaría a una isla desierta. Hoy creo que no será necesario llevarme nada para sentirme feliz.

Soy un hombre curioso. Me gustan las sorpresas y no hay peor enemigo contra ellas que recluirse en la peligrosa rutina de la vida cotidiana. Una isla, paradójicamente, nunca resulta aburrida. ¿Acaso aburre mirar las nubes y el fondo del mar? Nos pasamos una pequeña parte de la vida deseando ser mayores y el resto temiendo a la muerte. Quizás lo único que pretendo es huir de la muerte. A la vez que quiero desprenderme de todo para no arrastrar lastre, vivo en la contradicción de ir acumulando cada día más cosas. Quizás lo hago para luego, cuando definitivamente me vaya, sentir la inmensa dicha de la levedad. Los amigos me conocen y saben que no hablo en broma cuando les digo que pronto me marcharé. Ellos sólo me piden que no desaparezca sin despedirme y que les envíe mi nueva dirección cuando encuentre la isla de mi vida. Pero no me imagino sentado en el embarcadero esperando la llegada del paquebote con los fantasmas del pasado.

Hace unos meses, me compré el libro de las islas y desde entonces paso el tiempo consultando sus páginas de color azul. Las primeras islas que he descartado son las más grandes. Luego las más turísticas. Al principio pensé en descartar también las más cercanas, pero no lo hice. Recordé ese famoso cuento de Nathaniel Hawthorme que narra la historia de un marido que en el centro de Londres se aleja un día de repente de su casa y de su mujer y vive durante veinte años en una calle muy próxima sin que nadie lo descubra. Hay islas dentro de las calles, los edificios y en el interior del propio hogar. Un buen día, el marido del cuento vuelve a su hogar como si nada hubiera ocurrido y retoma la relación con su mujer que lo creía muerto. La broma de su extravío había durado veinte años. Está claro que uno se puede perder del mapa sin apenas caminar más que unos pocos metros.

Yo sólo pretendo huir del paso del tiempo. El tiempo está en los objetos que nos rodean y en las personas que nos acompañan. Por eso me he propuesto borrar de mi mente la memoria antes de llegar a la isla. Porque la memoria, sobre todo la mala memoria, es el único motivo por el que me gustaría ser amnésico».

En Algún Día│ José Antonio Garriga Vela.



Categorías:Pareceres

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1 respuesta

  1. A propósito de la huida del tiempo el escritor Georges Bernanos tiene una frase divertida que aquí transcribo:
    «Su reloj marcaba las diez, y lo volvió a meter bruscamente en su bolsillo, como quien suprime a un testigo indeseable.»
    Un saludo

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