«Leo con estupor en todos los periódicos la noticia de que Barbie ha roto con Ken y se ha echado en los brazos de un surfero de Santa Bárbara. El estupor no es porque la muñeca de cintura imposible prefiera un tipo de pelo descolorido y bermudas caídas al cursi de Ken, que seguramente saldrá del armario un día de éstos, sino por el rango de noticia y el espacio abrumador que le han dedicado: casi tanto como a los progresos en el idioma británico de nuestra futura reina e incluso más que a la nueva víctima de Jennifer López, el cadavérico Marc Anthony (al que le auguro un magro futuro). Según me han dicho varios barbiólogos (que los hay), parece ser que lo de Barbie es una estrategia publicitaria de Mattel para frenar el avance del fenómeno Bratz, las muñecas con la cabeza grande, cuerpo pequeño y labios enormes en los que no se ha escatimado perfilador (de hecho se parece un poquito a ET), que están arrasando y que empiezan a arrinconar a Barbie en el desván de la mediana edad y los juguetes rotos. De hecho, Barbie había sufrido una operación de reducción de pecho, destinada a normalizar, sin mucho éxito, sus proporciones. Barbie es el equivalente muñequil de Celine Dion (por favor, que no la dejen salir de Las Vegas, que ya la veo en el Fórum con Phil Collins), y las Bratz son modelo chupachup, cabeza grande y cuerpo minúsculo, como el de Christina Aguilera (aunque últimamente Christina Aguilera parece que quiera convertirse en una Bratz de carne y hueso, con más bien poca carne).
Bien mirad, no es sorprendente que una noticia así ocupe páginas en la prensa diaria. Después de todo, ¿Qué diferencia hay entre ese falso idilio y el fotomontaje de portadacon que nos obsequió hace unas semanas cierto periódico de Madrid que regala a sus lectores piezas del maletín de belleza de la señorita Pepis?»
A lo largo de los años, Barbie ha sido enfermera, pediatra, veterinaria, profesora, mamá, diseñadora de modas, dentista… Las Bratz no tienen de momento oficio ni beneficio (de hecho son las candidatas perfectas al jacuzzi de Gran Hermano o a la academia de UN paso adelante). Son meras portadoras de accesorios, desde sillas de peluche rosa hasta móviles forrados de piel de leopardo, sofás hinchables, zapatos de plataforma que harían las delicias de Fabio MacNamara, camas dalinianas con labios a lo Mae West a modo de cabezal… Son unas horteras de tomo y lomo, cuyo himno es precisamente Beautiful, de Christina Aguilera. Las puertas de los institutos están ahora llenas de niñas de 13 años con calentadores, plataformas y microfraldas.
El idilio de Barbie con un surfero, al que presumiblemente le dobla la edad, parece destinado a avivar el interés de las nuevas generaciones en ella. Es un idilio amañado, como los de Sara Montiel o Marujita Dïaz, el idilio a la desesperada de una muñeca perfecta pero madurita que ve cómo unas quinceañeras horterillas y cabezonas están a punto de desbancarla en el corazón de las niñas. No es un idilio imposible. Ahora podemos ver cómo Keanu Reeves (al que resulta difícil imaginar sin la sotana de Matrix, es como que le falta algo…) cae fascinado en los barzos de Diane Keaton en Cuando menos te lo esperas. Pero Diane Keaton y Barbie, aunque de la misma edad, son mundos aparte. Y finalmente Diane Keaton, como cualquier persona en su sano juicio, escoge a Jack Nicholson. Probablemente porque Keanu tiene un puntito de Ken. Más bien un puntazo.
Barbie contra Bratz. Por ISABEL COIXET. Dominical, 14 de marzo de 2004
«Yo odiaba a Barbie, fíjense. Tan rubia ella. Tan gringa. Cursi como la madre que la parió. Cada vez que la veía, pensaba que la peliteñida esa de cinturita de avispa y guardarropa era perfecta para tirarla en paracaídas sobre un campamento de chetniks serbios. El odio venía de antiguo. Cuando era jovenzuelo, figúrense, hace la tira, a mi hermana Marili le regalaron una Barbie por reyes, o por su comunión. Y recuerdo con desaforado odio mediterráneo a la repipi de mi hermana jugando a las casitas con aquella muñequitas escuchimizada que se parecía a las tías de los anuncios del Reader’s Digest y alas que salían en las portadas de las novelas de Daphne du Maurier y Vicky Baum que leía mi tira Pura: Barbies Dulces Sueños, Barbie en el Lago de los Cisnes, Barbie y sus Animalitos Mimosos, etcétera. Para echar la pota. Yo aprovechaba cuando mi hermana estaba en el colegio para ahorcar a la muñeca en el hueco de la escalera; y al volver ella con la banda de alumna predilecta puesta se pegaba unas llanteras de órdago al ver a su muñeca girando en el vacío con un hilo bramante atado al cuello. Lo de mi otra hermana, Petunia, era más bonito si cabe; cada vez que se acercaba al moisés de su muñeco Tumbelino y lo destapaba, se lo encontraba apuñalado con un abrecartas de mi padre que tenía forma de daga moruna. Pero en fin. El capullo de Tumbelino no tiene nada que ver con esta historia. Odiaba a Barbie, insisto. Por su pinta y por lo que representaba, ese estúpido aspecto de superioridad étnica, de norteamericana impasible, de ejemplar madre de familia blanca, protestante y anglosajona, segura de que su nación confía en Dios y viceversa, con su pinta de Doris Day bulímica -sólo tolero a esa torda haciendo de señora de MacKenna en El hombre que sabía demasiado-, aséptica, pulquérrima, de sexualidad descafeinada del tipo tú a Boston y yo a California, un martín seco al volver el esposo del trabajo en la clínica -médico o arquitecto cualificado, por supuesto, con prestigio y viruta- y luego, figúrense: oichss, querido, cómo pretender que yo te haga eso. La puntita nada más.
Con esos antecedentes me senté el otro día a hojear el periódico junto a una niña que jugaba poniéndole vestiditos a una muñeca que al principio me pareció una Barbie, pero luego comprobé que no lo era. Más bien tenía pinta de putón verbenero. La muñeca. Así que le pregunté a la tierna infanta cómo se llamaba su pavita. «Bratz», dijo, mirándome con mucha desconfianza y mala leche. Al principio pensé que la niña eructaba o me estaba insultando, pero luego deduje que no. A ver si la criatura es hija de inmigrantes, me dije, y todavía no chamulla bien la lengua fascista del Imperio, o sea, esta jerga infame que se inventó Franco. Así que fui a preguntarle a mi hija, que no tiene edad de muñecas pero se infla a ver la tele, como todos los de su quinta. Y despejé la incógnita. Bratz, me dijo, es el nombre de la rival de Barbie. Que no te enteras, papi.
Picadísimo por mi ignorancia, me puse a investigar. Y resulta que la Bratz esa, como la Santísima Trinidad, es una pero en realidad son tres: Cloe, Dana, Jade, con dos amigos que se llaman Dylan y Eitan. Por lo visto son unas pájaras de aquí te espero: cabezonas, de ojos grandes, con curvas sinuosas, que se visten bajunas y apretadas, en plan Gran Hermano, o sea, vil gallofa. Dicen todo el tiempo genial, buen rollito, oye tía, kedamos y wapa, no le hacen ascos a nada, y claro, arrasan. Ellas son las culpables de que a la pobre Barbie de toda la vida le haya venido una depresión espantosa, agravada por el hecho de que su hija Nelly creció, cambió su nombre por el de Myscene, y le ha salido un poquito puta, tal vez por la mala influencia de sus amigas íntimas Madison, Chelsea y Nolee, que a su vez se lo hacen con Ellis, River y Brian, unos chicos modernos amigos suyos. En cuanto a Barbie, para más drama, el novio aquel que tenía, Kent, le salió más maricón que un palomo cojo. Así que ella se lió con un muñeco australiano y cachas, cambió de vida, ahora se hace llamar Flava y ya nos e viste de Laura Ashley, sino de rapera estilo Madonna; y a sus cuarenta y tres tacos -que ya es tener poca vergüenza- ha decidido, al fin, practicar sexo oral. O sea, que se arrastra por el fango. Imagínense. Quién me iba a decir que un día echaría de menos a aquella Barbie de mi juventud: tan recatada, tan pulcra, tan honesta. Que era una calientapollas, sí. Pero oigan. También era una señora».
Barbie era una señora. Por ARTURO PÉREZ-REVERTE. El Semanal, 21 de marzo de 2004.
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Yo nunca he sido de Barbie, más bien de cocinitas. ahí aprendía a hacer «comidas» mientras le «raptaba» a mi madre alguna caja de zapatos que utilizaba de frigorifico (es que me construí uno con 7 años). O bien requisaba alguna verdura o un frasco de especias. Creo que si pretendían ponernos como ejemplo Barbie creo que yo no me parezco ni lo más mínimo a ella. (quizás más a las Bratz porque soy bajita,jejejje. pero no cabezona!)
Si tuviera que elegir una muñeca me quedo, sin lugar a dudas, con las Cabbage Patch Kids (muñecas repollo). Son geniales. Seguro que encontráis alguna que se os parezca…
Web oficial: http://www.cabbagepatchkids.com/
En español: http://www.micpk.com/galeria/
Pd. No me llevo comisión por la publicidad de todas estas muñecas.
Las Barbies hubo un tiempo que me gustaron, sobre todo por los aditamentos que traen: cocina, baño, alberca, hermanita (Kelly) y tantas y tantas cosas más tan simpáticas (miniatura). Nunca fui apasionada de ellas, pero si es grato jugar cuando eres niña y no piensas en nada que no sea en echar a volar tu imaginación. Las Bratz me gustan, tienen bonito diseño. Pero esto es una cosa y otra muy diferente la ideología que guardan (que cuando eres niña obviamente que no sabes ni te importa), vienen de EU, con eso se dice todo.
Y si, seguro que es una estrategia de Mattel.
Por cierto, la responsabilidad de las «víctimas» de Jennifer López, no es solo de ella…
Mucho gusto, encantada de conocerte y conocer tu espacio.
Gracias
Magda
Gracias a ti por tu visita. Todo un placer conocerte y leerte en tu estupendo blog. Saludos y hasta la próxima.
Yo sí tuve Barbies (dos en realidad) y toda su parafernalia debido a que es costumbre mundial regalárselas a las niñas. Me gustaban pero debo admitir que como juguetes son aburridas, aparte de vestirlas y peinarles es poco lo que se puede hacer con ellas. De barbie lo único que conservo es la Barbie hawaiana de 1990, la primera Barbie oscurita de la que tengo noticia. De lo que sí fuí realmente fanática fueron de los Playmobiles, una de las mejores líneas de juguetes que se han hecho jamás.
Actualmente prefiero los muñequitos de acción combinados con un par de Polly Pockets y varios animales de plástico, dejan más a la imaginación :D
En lo personal me encantan las Barbies, no les encuentro nada de malo; solo hay que reconocer que su tiempo ya paso el final de la era ternmino; es necesario cambiar de estilo como Brarz…..
hola cuando era pequeño jugaba con las barbies de mi hermana y desde que tengo un poco de poder adquisitivo las he ido coleccionando al igual que algunos complementos curiosos o rebuscados, creo que las barbies no han hecho ningun mal ni daño a la sociedad al contrario, creo que ha inspirado a grandes y te enseña que puedes lograr cualquier cosa y que la belleza no es sinonimos de tonta, si no de astronauta, presidenta,veterinaria la siempre elegante barbie aunque cada vez menos por su infinita rivalidad con muñecas con formas ridiculas y completamente amorfas, en cuanto al comentario de la chica anterior, con mi hermana fue la epoca en la que fuimos mas amigos, nos ibamos de gira por el mundo siendo cantantes modelos, millonarios, con vidas perfectas , creo q fue la epoca mas bonita de mi vida al menos utilizabamos el cerebro para proyectar escenarios y viajes etc no como ahora con los retorcidos videojuegos que lo unico q fomentan es a quedarse en casa sentado en el sofa.
esto es una porqueria siempre o hay violencia o cosas feas dejen de molestar