“Todo empezó con la invitación que me hicieron en un programa de televisión a raíz de publicar mi última novela. La emisión del programa salió anunciada en la programación de televisión de los periódicos y en Internet. La noticia iba acompañada de una breve biografía en la que se decía que yo había nacido en 1945 en vez de 1954. Un baile de números que me sumaba nueve años de vida. Luego la nota cometía otros errores. Me atribuían títulos de novelas que jamás había escrito junto a datos profesionales que no guardaban ninguna relación conmigo y declaraciones que yo jamás habría osado realizar. No me podía ni imaginar que un programa de libros, que se emitía en el peor día de la semana y a una hora intempestiva, pudiera tener tanta audiencia. Lo descubrí al día siguiente. Noté que al salir a la calle la gente se volvía para mirarme y algunos desconocidos me saludaban. Los vecinos, que hasta ese momento nunca se habían inmiscuido en mi vida privada, comenzaron a hacerme comentarios irónicos sobre las cosas que había dicho en la tele. Estaba claro que habían interpretado mis provocadoras respuestas al pie de la letra. A partir de entonces empezaron a tomarse a guasa todos mis comentarios, como si yo fuera un perpetuo bromista.
La bola se fue haciendo cada vez más grande. Las falsas novelas que me habían atribuido comenzaron a considerarse auténticas y yo me fui paulatinamente hartando de tener que corregir a los periodistas cada vez que me hacían una entrevista. Al final opté por aceptar la identidad del escritor ficticio que me había suplantado: un hombre nueve años mayor que yo y con una fecunda carrera literaria. Me convertí de la noche a la mañana en un famoso escritor de sesenta y cuatro años. Ahora los jóvenes me tratan de usted y me ceden el asiento en el autobús. Noto que me admiran. Me preguntan cómo pueden conseguir algunos de mis libros, los mejores, que no consiguen encontrar en ninguna librería. Yo no desvelo la verdad, no confieso que esos libros no existen, que son un error biográfico. Me callo y los miro de soslayo, como un viejo escritor déspota. Creo que me estoy convirtiendo en un artista engreído y vanidoso. Cada día que pasa me siento más identificado con mi nueva personalidad.
Desde que poseo una nueva identidad he aprendido ha decir no, una palabra que me resultaba imposible pronunciar hace un par de meses. También he descubierto que los lectores mienten a menudo. La mayoría de mis admiradores valoran sobre todo las obras fantasmas de mi bibliografía. Y yo he de confesar que cada vez estoy más orgulloso de los títulos que no he escrito”.
Sur.es| José Antonio Garriga Vela | Cultura | 01.03.09 > Ir al artículo original.
Categorías:Andanzas
Muy ocurrente.
Cuando escribo quiero ser fiel a mi misma .Saludo y bendiciones…
Después de leer todas tus aportaciones me voy con mi cerebro más nutrido jeje…me aparece muy interesante todo lo que compartes, de todo un poco, esto si que es adquirir cultura, GRACIAS!!!
(Di un pequeño recorrido por tu blog)
Buen inicio de semana
Saludos
Gaby