Los cien años del nacimiento de Simone de Beauvoir, que se cumplieron en 2008, dispararon la reedición de sus obras, muchas de ellas no leídas desde hacía tiempo. Injustamente, la escritora y filósofa francesa estaba quedando reducida al lugar común de “la eterna amante de Sartre” o a otro lugar no incómodo pero igualmente estereotipado: ser una de las “madres del feminismo”. Lo cierto es que Simone fue una espléndida escritora. Aunque entre sus obras fascinan los volúmenes autobiográficos, también practicó la ficción con gran talento.
Su primera novela La invitada, en 1943, la lanzó a la fama por lo escandaloso del tema (la mujer como celestina de su amante). Como narración aún tenía la gran carga del existencialismo y producía la sensación de una novela de tesis, que quiere demostrar ideas.
Pero la ficción de Beauvoir se fue depurando y así, nada menos que en el emblemático año 1968, publicó un libro clave en su obra, que contiene tres relatos, titulado como el último de ellos: La mujer rota. Los tres son muy distintos entre sí. Los dos primeros (“La edad de la discreción” y “Monólogo”), son cuentos largos. En cambio el último es una novela corta o nouvelle .
El primero utiliza un narrador en tercera persona, el segundo es un monólogo interior caótico, y el tercero es un diario íntimo. Tres formas para encarar un solo tema: la mujer que ha fracaso en su empeño de dar amor, ya sea como esposa o madre.
En “La edad de la discreción”, una profesora y ensayista de izquierda debe enfrentarse, cerca de la vejez, a la realidad de que se único hijo opta por dejar la universidad y vincularse a la derecha. Debe aceptar que los hijos son seres distintos a quien los engendró, con su propia libertad, pero no puede. El fracaso como madre contamina también su matrimonio.
“Monólogo” es el relato de una solitaria noche de fin de año en la cabeza de una mujer que ha tenido amantes, divorcios e hijos pero que a causa de su histeria o de su posesividad lo ha perdido todo. Es un saco de resentimiento.
Finalmente, “La mujer rota” cuanta la historia de una esposa con hijas veinteañeras que ya no viven con sus padres, una mujer que ha entregado su vida a ellas y a su marido médico, una mujer sin proyectos personales. La típica madresposa burguesa y culta, sin profesión y sin trabajo. Una noche el marido llega tarde y con whisky encima y ante la gran pregunta, “¿hay otra mujer en tu vida?”, responde sí.
El resto es el infierno en que la protagonista se ve sumida, un abanico de sentimientos que abarcan el intento de comprensión, la solidaridad, ser razonable, la paciencia, la esperanza, la bigamia. También los celos, la envidia, el rencor, el odio. Y sobre todo la soledad imprevisible, jamás imaginada, negra, lo desconocido absoluto, a los cuarenta y cuatro años.
Si se leen las memorias de Simone de Beauvoir se verá que estás mujeres son “las otras”, lo que no fue jamás la escritora. Desde muy joven realizó un pacto con su gran amor y compañero de vida y de trabajo, el filósofo Jean-Paul Sartre: ambos se comprometían a establecer una relación abierta, donde pudiesen vincularse sexual y emocionalmente con otras personas.
Otra gran diferencia con estos personajes son los hijos: Simone de Beauvoir no tuvo hijos y fue una de las principales promotoras de la despenalización del aborto. Por último, la gran diferencia entre la escritora y sus personajes es que, mientras sus protagonistas hacen del amor el gran eje de su vida, como si fuera para lo único que está capacitado el género femenino, Simone fue una máquina intelectual, una verdadera productora de ideas y páginas, llena de proyectos que nunca le dieron lugar al vacío, aún en los momentos de mayor dificultad emocional.
Texto: Andrea Blanqué.
Categorías:In Memoriam
es cierto que Simone es subvalorada y se le resta mas importancia de la que tiene.
como curiosidad, cuento, es muy dificil conseguir sus obras, La invitada hace varios meses estoy buscandolo y no he podido encontrarlo, nisiquiera por internet lo encuentro.
Me gusta tu propuesta reflexiva y crítica.
Saludos
Pablo
¡Siempre adelante!
Gracias -otra vez- por tan inexorable artículo.
Saludos
Cuidado! ELnarradoor de La edad de la discresión es en primera persona!